Un poemario que no tiene sus días contados, de Mario Meléndez – Agulha Revista de Cultura
La muerte tiene los días contados, de Mario Meléndez
RIL Editores: Chile-España, 2023.
Vastamente reconocido por el público lector y la crítica especializada, el poeta chileno Mario Meléndez fue hace tiempo consagrado como una de las mejores voces actuales de la poesía latinoamericana.
Su trayectoria –pese a su juventud– abarca un nutrido arsenal de títulos que ratifican por derecho propio lo señalado en el párrafo anterior. Y no es poco el significado de un hecho concreto: el que un poemario como La muerte tiene los días contados haya alcanzado la quinta edición, nos muestra el interés y la aceptación que su autor despierta en lectores de diferentes latitudes.
No en vano este libro ha recibido el elogio de diversos y destacados autores, entre ellos el gran Nicanor Parra, quien a lo largo de su siglo de vida leyó y escuchó una vasta gama de trabajos poéticos, pero quien ante la obra de Meléndez no dudó en manifestar, en su momento: “¡Caramba! Hace tiempo que no leía un texto que se sostuviera por sí solo”, expresión que señala el impacto que espera al lector al recorrer las páginas siguientes.
¿Qué sostiene erguido a este poemario de Mario Meléndez, tal como lo declarara el autor de los famosos Poemas y Antipoemas? ¿Qué hará que siga de pie, según pase el tiempo, según será fácil de advertir ya desde la primera lectura?
Las razones son varias y entre las fundamentales, encontramos la innegable calidad de los trabajos que aglutina el autor bajo este título: se trata de una obra de impecable unidad estilística, una que ha sabido reunir en una voz inconfundible y ya propia de Meléndez las decantadas influencias de autores latinoamericanos, estadounidenses y europeos, actuando como una original síntesis de esa polifonía. El manejo maestro de los recursos literarios que exhibe el autor le permite trasmitir a la sensibilidad y al intelecto del lector, simultáneamente, el sentimiento y la idea, la emoción y el concepto, con una innegable capacidad por parte de Meléndez para encontrar la expresión justa y ubicarla sabiamente en el contexto, reforzando su intensidad particular al tiempo que potencia lo general del poema. Repetido este logro a todo lo largo de la obra, el conjunto posee una fuerza expresiva que se destaca por sí misma y, curiosamente, aparece como uniformemente distribuida en todo el continuo del poemario. Señalable característica, pues no es habitual que un poemario de cierta extensión, como el que nos ocupa, acuse tan marcado equilibrio escritural. Se trata de una poética sin altibajos –los esperables incluso en autores de todavía más dilatada trayectoria y tiempo en el oficio que Meléndez y notoriamente consagrados- que sorprenderá, también por esta peculiaridad, a quienes se aventuren en sus páginas.
Asimismo, creo que éste es el momento adecuado para hacer una salvedad: como bien sabemos, nadie puede definir cuál es, ni siquiera en dónde estriba, el innegable valor de una obra de arte poética. Es algo que se halla difuminado, esparcido por todo el conjunto, siendo inapresable para la palabra crítica. Podemos decir que El cementerio marino, de Paul Valéry, por ejemplo, es una obra maravillosa, pero al momento de pedírsenos que explicitemos en dónde radica su extraordinaria cualidad, nos será prácticamente imposible aislarla y someterla a examen. Invariablemente, la mayor parte de esa “razón de ser” poética de la citada obra se nos escapará y cuanto dejemos sobre el papel respecto de ella parecerá empalidecido, apenas referente, mero esbozo, ante la plena luminosidad de la obra a la que intenta vanamente describir o, siquiera, aludir. De modo semejante, ante lo alcanzado por Mario Meléndez en su sombría, riente, sarcástica, escalofriante, chispeante e “irreverente” (esto último, solamente para algunos y algunas) obra presente, se quiebra el lápiz y se atora el dedo en el teclado a la hora de particularizar sobre sus logros. Debo pedir disculpas por las torpezas de mi sola autoría que siguen a esta necesaria aclaración, al referirme a algunos aspectos de La muerte tiene los días contados.
Pero voy a intentarlo como mejor yo pueda.
En principio, señalemos que toda ironía en el fondo –y aun por delante- conlleva una mirada piadosa dirigida en espejo a aquello sobre lo que se ironiza. Que la ironía que destila –entre otros aspectos- esta obra de Meléndez, tenga por objeto la más impiadosa de las entidades, la mismísima señora de la guadaña, habla a las claras del punto de partida original que ha elegido el poeta para su trabajo, donde el hombre, que es el único animal que sabe que se va a morir, se dirige a la muerte a escala de la historia pasada y la más reciente, despojándola de su aura fúnebre a medias, para “humanizarla” a un grado tal que, por momentos, hasta la misma muerte nos despertará una sospechosa “condolencia” –no hay término más apropiado, dado el objeto- respecto de su suerte. Aquí, sin embargo, se evidencia el sentido del sentimiento despertado en espejo: quizá no nos condolemos de la suerte de la muerte, sino de la nuestra propia, proyectados en su temible figura. La muerte interlocutora de Meléndez, la fijada por Meléndez, no es solamente la alegórica entidad ni el hecho irreversible y biológico que a todos nos acecha seguro de su ineluctabilidad: es otro disfraz del hombre, quien debe aludir y eludir para hablar de aquello que lo toca hondamente.
La obra de Meléndez, lejos de cristalizarse, se encuentra siempre en una permanente metamorfosis y un proceso de cambio, al estilo de aquel óleo de Pablo Picasso que el célebre pintor encontró en un museo privado, años después de haberse desprendido de él, y que allí mismo retocó a su parecer, mostrando cómo, más allá de las fijaciones establecidas por la cultura, la obra sigue siendo de la sola propiedad de su creador.
Desde luego que lo anterior no agota de modo alguno cuanto puede decirse sobre el presente volumen, ya llegado a su cuarta edición, habida cuenta de lo antes señalado respecto de lo intangible e irreductible de la obra de arte, pero supongo que puede servir como un mediano antecedente para quien desee adentrarse en una de las obras más interesantes que ha dado la nueva poesía de nuestra América. En definitiva, La muerte tiene los días contados, en todas sus versiones, es una pieza ineludible en el anaquel destinado al género y quiero agradecer muy especialmente al autor por haberme permitido dibujar estos groseros trazos, estas líneas tan generales antes de que se abra ante el lector el maravilloso mundo que contienen las páginas siguientes.
LUIS BENÍTEZ (Buenos Aires, Argentina, 1956). Es miembro de la Academia Iberoamericana de Poesía, Capítulo de New York, (EE.UU.) con sede en la Columbia University; de la World Poetry Society (EE.UU.); de World Poets (Grecia) y del Advisory Board de Poetry Press (La India). Ha recibido el título de Compagnon de la Poèsie de la Association La Porte des Poètes, con sede en la Université de La Sorbonne, París, Francia. Miembro de la Sociedad de Escritoras y Escritores de la República Argentina (SEA) y de la Asociación de Poetas Argentinos (APOA). Sus 36 libros de poesía, ensayo y novela fueron publicados en Argentina, Chile, España, Estados Unidos, Francia, Inglaterra, Italia, México, Rumania, Suecia, Venezuela y Uruguay. Entre otros reconocimientos nacionales e internacionales, ha recibido el Primer Premio Internacional de Poesía La Porte des Poètes (París, 1991); el Segundo Premio Bienal de la Poesía Argentina (Buenos Aires, 1992); el Primer Premio Joven Literatura (Poesía) de la Fundación Amalia Lacroze de Fortabat (Buenos Aires, 1996); el Primer Premio del Concurso Internacional de Ficción (Montevideo, 1996); el Primo Premio Tuscolorum Di Poesia (Sicilia, Italia, 1996); el Primer Premio de Novela Letras de Oro (Buenos Aires, 2003); el Accesit 10éme. Concours International de Poésie (París, 2003) y el Primer Premio Internacional para Obra Publicada “Macedonio Palomino” (México, 2008).
MARIO MELÉNDEZ (Linares, Chile, 1971). Poeta y editor. Entre sus libros figuran: Vuelo subterráneo, El circo de papel, La muerte tiene los días contados, Esperando a Perec, Jardín de escombros y El mago de la soledad. Parte de su obra se ha traducido a diversos idiomas. En 2012 fija su residencia en Italia y al año siguiente recibe la medalla del Presidente de la República Italiana, concedida por la Fondazione Internazionale Don Luigi di Liegro. En 2015 es incluido en la antología El canon abierto. Última poesía en español (Madrid: ed. Visor). En 2017 algunos de sus poemas aparecen traducidos al inglés en la mítica revista Poetry Magazine de Chicago. En 2018 regresa a Chile para asumir como editor general de la Fundación Vicente Huidobro. En 2022, RIL editores publica su obra poética reunida bajo el título Apuntes para una leyenda y la antología Réquiem para frutas suicidas. Es considerado una de las voces más originales de la nueva poesía latinoamericana.