Utopía de un poeta: sobre la poesía de Humberto Avilés Bermúdez – Agulha Revista de Cultura
La poesía del poeta Humberto Avilés Bermúdez es una habitación iluminada por rayos horizontales/verticales, rayos amarillentos, del color de abril, que dejan ver innumerables partículas de desamor, duda y certeza, polvo y ceniza, vida y muerte, tristeza y alegría, voces y ecos, viajes y regresos, silencios y ruidos, olvidos y recuerdos, luces y sombras, cielo y tierra, vacío y plenitud, realidad y utopía. Una habitación que lo habita con todas esas partículas dispersas, cuyo núcleo es el amor: motor de su vitalidad poética. Todas están interconectadas y tocar una puede hacer que se dispare el resto. En la ordenación interna, si por un lado quizá entren en contradicción, por el otro se armonizan en un juego dialéctico donde encontramos al poeta Avilés Bermúdez hecho palabra, la cual contribuye a purificar en sus poemas “el lenguaje de su pueblo”, conforme al Epitafio para Joaquín Pasos de Ernesto Cardenal.
Si el escenario de esas partículas las trasladásemos de esa habitación a la sociedad, en tal escenario serían las palabras del idioma que andan de boca en boca, en boca de ladrones, asesinos, locos, picados, putas, gente de toda laya, y sin embargo, a pesar de que al oírlas nos parezcan auténticos poemas, por lo general nadie de éstos crea, con algunas excepciones; sólo el creador, el que las ordena a través de un proceso alquímico y las transfiere a la obra; sólo el que se rebela contra su realidad y busca encontrar otra que la supere; sólo él y nada más que él hace que se yerga el poema entre tantas voces ruidosas y maltrechas.
Cuando Lautréamont dijo que la poesía debe ser hecha por todos, nos recuerda el poeta brasileño Floriano Martins, ¿pensó en una sociedad en la que la fluidez de lo humano fuera a un ritmo tan bueno que todos fuéramos artistas? Ciertamente la palabra permanece encendida como antorcha, pero por su dispersión, no trasciende mientras no aparezca el poema, no como simple artefacto, sino lleno de poesía y ejecutado por un poeta. En este sentido, quizás el poeta Edwin Yllescas tenga razón al decir que los textos de Humberto están escritos “en el lenguaje de todos los días”.
El estilo en que cabalga es muy sui géneris, pues si las cifras modifican su significado de acuerdo con su posición, otro tanto ocurre con su lenguaje, y es que su sintaxis sitúa el verbo, como dice el pintor y poeta Álvaro Gutiérrez, al final de los textos, dando lugar a lo lúdico, al juego con palabras y frases propias y ajenas, con esa visión cortazariana de querer encontrar algo diferente, y en esa disposición, por ejemplo, en Quiqueana de Escritos de la sirena, utilizando como epígrafe un verso del poeta Enrique Fernández Morales que dice “Sólo el amor detiene la violencia del tiempo”, él con mucho tino lo convierte en:
¡Sólo el tiempo
puede detener
la violencia/del amor!.
En Humberto la sintaxis es una concepción del mundo, del universo; de ahí su infatigable búsqueda a través de la palabra, del querer construir puentes de palabras entre esta realidad y la buscada.
En determinados momentos las imágenes trascienden su estilo, y como toda esencia, la de su poesía no viene en barriles, pues son en su mayoría instantáneas poéticas encapsuladas en palabras o frases concentradas, no gaseosas ni líquidas, sino sólidas; de ahí que quizás Iván Uriarte vea la brevedad como parte de su propuesta escritural al referirse a Escritos de la sirena, una brevedad, muy singular en el resto de sus obras, tan breve a veces que podría pasar desapercibido. De esta manera el poeta contribuye a darle unidad, vida propia, independencia y significado a cada una de sus obras y al conjunto de ellas.
Su poesía ha asimilado el verso español y como éste, al decir de Octavio Paz, lleva espuelas en los viejos zapatos, y alas; por eso su conexión con el sonido ibérico, su escala cromática no procede de los poetas andaluces, sino más bien de los poetas castellanos, vuelve a decir Edwin Yllescas Salinas. Y estos versos de “Machadiana” lo confirman:
Por tus versos
en la conciencia
van los míos.
Así como su conexión con toda la poesía española de reconocida trayectoria entre clásicos y novísimos, sin pasar, por supuesto por alto a los poetas latinoamericanos con quienes actualmente mantiene nexos a través de encuentros, medios escritos y festivales en distintos países del continente americano.
En España se encontró con Ernesto Mejía Sánchez, y éste para él:
era un poema vivo, cultísimo, con una erudición fuera de serie, el mayor especialista en Rubén Darío, y un poeta inmenso, para mí a la par de CMR* y por encima de Cardenal, sus congéneres literarios, él fue mi padre poético, estuve un año con él en Madrid, España (1980), cuando fue primer embajador de la Nicaragua revolucionaria, y en la Academia Hispanoamericana de Buenas Letras, de la que soy miembro numerario desde agosto de 2018, ocupo el sillón nombrado “Ernesto Mejía Sánchez.
(Internet: texto de Harley Ezel).
Como buen discípulo de Ernesto Mejía Sánchez su poesía corre a torrentes y a veces se desborda hacia el prosema, una de las formas creativas más importantes de su maestro, y que, sin embargo, dicho sea de paso, no llegó a considerarse narrador: “El narrador que otros creían que yo era, se quedó en puro cuento”. (Puro cuento, “Advertencia”) No obstante, Julio Valle-Castillo, otro discípulo de Mejía Sánchez, dice que “el conjunto orgánico de sus manuscritos, cuentos y sus poemas en prosa o prosemas constituyen su aporte a la revolución de la prosa hispanoamericana”. (Puro cuento, ibidem)
No es que Humberto invada su poesía con el prosema, pero sí es un síntoma de hasta donde su ´padre poético´ logró ser parte de sus raíces poéticas, y como buen poeta quizá le ha servido para escribir buena prosa cuando se lo propone. No hay que olvidar que si el aporte de Mejía Sánchez es parte de la revolución hispanoamericana en la prosa es porque fue y sigue siendo excelente poeta. En otras palabras, todo buen poeta por lo general es también buen prosista y a la inversa. Además, como no todos en una sociedad son poetas, la prosa se proyecta en algunos, y es con ella, dice Octavio Paz, que “nace de nuevo el lenguaje y con él empieza una nueva tradición”. (El Arco y la lira: 91)
Las raíces de Humberto Avilés Bermúdez se remontan a una lista de autores nicas, entre ellos, por supuesto, los autores de la poesía revolucionaria de los años ochenta del siglo veinte, y autores extranjeros como Lautrémont, Rimbaud, Eugene Guillevic, Juan Manuel Roca, José Emilio Pacheco, Octavio Paz, Kumunyakaa, Indira Spataru, Ana Ajmátora, Miguel Barnet y Severo Sarduy, entre otros, dando por entendida la inclusión de los nombres de poetas mayores de la talla de Darío, Neruda y otros. De voces como éstas se alimenta su poesía, pero sin perder su propia voz, pues si en Tutecotzimí Darío busca sus raíces excavando y encontrando joyas de oro bajo la tierra para conocer de dónde viene, en Kafkiana Humberto las busca en la luz: “Vibrante infinitud de la luz/¡Bienvenida seas!”, lo que vendría a ser el encuentro con la alegría perdida que ignora dónde perdió o mejor dicho la otra realidad, a la que lamentablemente nunca llega, tal como si encaminara sus pasos hacia el castillo como K, personaje de la novela homónima de Frank Kafka:
A Kafka, el metamorfósico,
la soledad le daba una
ordenación interna…
bitácora del orden
donde los haya
llamarse debería.
¿Diluir el orden interno
para dar paso al caos acaso?
Vibrante infinitud de la luz,
¡Bienvenida seas!
Mientras camina su deseo va tomando mayor fuerza y contradictoriamente al tomar fuerza se ve más lejana su llegada, se va dando cuenta que su deseo, sin embargo, está en su palabra, en el poema, y que entre éste y él hay una conexión y a la vez una resurrección de la alegría perdida, sinónimo del paraíso perdido y el deseo de recuperarlo conforme a la concepción utópica que esconde su poesía, al respecto, por ejemplo, en versos de Fiebre peregrina, nos dice:
Yo no sé si soy triste
pero quisiera encontrar la alegría
que ignoro donde perdí.
Una poesía con solidez de lenguaje de un poeta-hombre o de un hombre-poeta. Una poesía, nacida quizá de lo inasible, del inconsciente, pero más que del sentimiento, del intelecto. De ahí la modernidad de la poesía de Humberto: vivir en movimiento, en cambio permanente; en ebullición incesante como la sociedad posmoderna en que se desenvuelve y se dispara por caminos impredecibles; es todo un Marcel Duchamp con aquel cuadro que precisamente busca retratar la dinámica del mundo moderno: Desnudo bajando la escalera; es todo un Rimbaud, nada más que en busca de otra realidad que viene a ser la misma “A Laurore, armés dune ardente patience, nous entrerons oux splendides villes”. (Discurso de Neruda al recibir el Nobel, 1971) .Paradójicamente, dentro de ese dinamismo poético está de forma atomizada la realidad que vive y la realidad que sueña.
En este mundo sentiente como diría el filósofo español Xavier Zuviri, quizá no sólo siente las cosas que lo rodean, sino que las aprehende y va jugando con ellas, tal como si por dentro llevara un niño que se asombra. Sin embargo, es su manera de percibirla y recordarla. En el vaivén de su diario vivir al parecer la duda lo atrapa, pero la transfiere en el acto escritural a la hoja blanca, al poema, tal como transfiere el mar la espuma blanca a la arena de sus costas para continuar el incesante oleaje de sus aguas. En otras palabras, no es propiamente la personificación de la tristeza como su coterráneo Manolo Cuadra, quien con toda seguridad en Perfil afirma ser triste como un policía, sino la personificación quizá de la duda cartesiana vista como una de sus tantas actitudes para tratar de penetrar en la esencia de las cosas, y es entonces cuando probablemente lo atrapa la certeza gracias a esa terquedad de creer férreamente en la existencia de otra realidad.
Quizá estamos ante uno de los poetas nicaragüenses más prolíficos en contraposición con la brevedad que caracteriza en alguna medida su poesía. Un poeta prolífico que ha leído al parecer con mucha atención a los mejores narradores poetas y/o poetas narradores como Faulkner, Lezama Lima, Juan Carlos Onetti, Juan Rulfo, Cabrera Infante, Kafka, Pessoa, Borges, entre otros, por lo que probablemente ha sido y sigue siendo uno de los poetas más lúcidos y siempre en ascensión, buscando lo perdido sin encontrarlo, pero siempre dueño de la palabra, porque el hombre en sentido genérico para él es palabra y por lo tanto él es palabra, la palabra hecha hombre, el hombre hecho palabra o el hombre-poeta sangrando palabras en versos de Hipótesis de marzo:
Si ahora me partieran el corazón
el indestructible corazón del verso
fragmentado de pronto…
¿Sangraría palabras?
Es enemigo de lo inconcluso, así lo dice en algunos poemas, la renuncia a poseer un poema y/o a ser creador de lo inconcluso, pero si algo ha dejado inconcluso en su vida quizá sea su sueño salmantino, pues Salamanca en su vida es un sueño inconcluso vencido por la realidad. Los autores prolíficos como Faulkner por lo general fundan un lugar con determinado nombre y crean un mundo nuevo dentro de la literatura, en el caso de éste Yoknapatawpha ; con Onetti, Santa María; con Gabo, Macondo etc.
Humberto no ha tenido que inventar o fundar el lugar, pues el lugar ya estaba en la realidad donde vive, Granada, y ha hecho de esta ciudad, como otros poetas granadinos, un microcosmos donde también ha “aprendido a torturarse el alma”.
Yo conocí a Humberto Avilés a través de su primo Jimmy Avilés, cronista de Granada. Desde el principio llamó mi atención en esta relación entre los primos, su amor a la ciudad de Granada. El cronista lo demuestra en los cuentos inéditos de Aposentos, que me dio a leer y yo le manifesté que se trataban de una metáfora de lo que ha sido y es Granada, metáfora cargada de ironía, humor y risa: su conservadurismo, sus gustos, sus tragedias, sus mitos, su gente, su visión del mundo.
El poeta Humberto Avilés, por su parte, lo demuestra casi en toda su producción poética, con énfasis en Poética de la simpleza y Escritos de la sirena, y ha manifestado siempre su amor a la poesía de Granada, amor que se extiende a Granada de España por el hecho de haber sido habitante de la península ibérica por largos años. En este amor de los primos a Granada de Nicaragua, sin embargo, no se puede pasar por alto el amor de sus entrañables e importantes amigos, de cuya lista, por ser tan grande, mencionaré sólo al poeta Chichí Fernández, quien dice: “Yo amo la poesía de adobes, tejas y taquezal, de arroyos, de Lago y de Mombacho”. (Homenaje múltiple al poeta Francisco de Asís, 20/12/17). En tanto, Humberto Avilés en versos de Perfil del olvido, dice:
Si ahora me partieran el corazón
en cada fragmento
hallarían cuanto de ella soy!
En la imagen de la ciudad que guarda en su memoria con todas sus bellezas naturales y todo lo que resuena en ella, así como los ecos de otras voces en otras latitudes del planeta, Poética de la simpleza quizá sea el poemario donde se encuentran las claves de toda su poética, la representación de la realidad que lo rodea y donde pueda estar al mismo tiempo la semilla de la realidad buscada. Por eso quizá Poética de la simpleza sea una de las más célebres entre sus obras, porque es la palabra que de repente de tan desnuda se torna termómetro para tomarle el pulso a la sociedad. El poeta está consciente hacia dónde camina y una fuerza oculta quizá, sin embargo, no lo deja llegar a su destino, sólo sabe que “Dársena de papel/la memoria es/un guiño al futuro/que se viste de pasado”.
El corazón de esa búsqueda es el amor, el amor más allá de “nuestro pequeño todo”: amor a la mujer y a todo lo que no le es ajeno al ser humano; el amor es pues quizás el sentimiento rector de tal búsqueda, el sentimiento que lo habita, lo guía e impulsa, y cual Dante a Beatriz en Aún le hace decir a su dama: “Fuera van tus rosas/dejando caer espinas/para que mis pies/desnudos/al quererte abandonar/se hieran”. Estos versos me permiten decir que la poesía de Humberto también tiene que ver con lo metafísico, las sensaciones, la alucinación y la locura vista como una exacerbación de lucidez.
En esa búsqueda, el amor que la impulsa va creando una atmósfera que viene a ser aquí la misma que hay en la habitación que habita al poeta Avilés Bermúdez; la que está iluminada por rayos horizontales/verticales, rayos amarillentos como las amarillas mariposas persiguiendo a Mauricio Babilonia detrás de Meme, rayos del color de abril, su color favorito, que en Anticipado abril, como Cortéz floreciente se vuelve Nicaragua, y que, sin embargo, se desintegra en tantos sentimientos. De pronto este amor se torna erótico y telúrico y hace explotar a “nuestro pequeño todo” y lo convierte en eterna tentación del Mombacho en versos de Humedal:
Amante despechada
eterna tentación del Mombacho
por explotar en orgasmos de lava,
que rocas de olvido
navegante paisaje de última
e íntima soledad será.
Mientras tanto, juega con el tiempo, el supremo rival que todos tenemos en la vida, de ahí que levante su voz y diga en versos de Estoy:
Si tan sólo supiera
donde forja el tiempo los días
que matan con sombras
los asesinos cobardes y obscuros
que vagan por los ángulos de mi soledad.
Es un poeta que no sabe si es triste, pero el amor definitivamente hace que no lo sea tanto como Manolo, y quizá por eso invita en versos de CMR [Carlos Martínez Rivas]: Antología total, a los poetas, diciéndoles:
Y bien poetas,
hablemos , cantemos
bailemos , amemos…
Mínimamente vivamos
como cuando CMR paseaba por las calles su insurrecta soledad
la otredad de su ser perfeccionado.
Aquí el poeta de las célebres simplezas, le otorga el mérito a CMR de asaltar el paraíso: “¿Cómo es posible que alguien quisiera/ recobrar el paraíso y lo lograra?”, y todo para no aparecer él como héroe de semejante hazaña, sino aparecer como secuestrado por el paraíso, según verso de Paradisíaca:
Soñé que estaba
la mar en calma…
venían sobre las olas
mil paraísos a secuestrarme.
Llegar cuanto antes al paraíso ya sea secuestrado o cabalgando en su palabra pareciera ser el mayor de sus deseos. Sin embargo, su infierno se le interpone en su camino como a Balzac, pues para Octavio Paz la obra de éste es una réplica a la Divina Comedia, “la Comedia humana posee su infierno, su paraíso, su purgatorio y hasta su limbo”. (Ibidem, 228). En este sentido, paradójicamente, el poeta Avilés Bermúdez es condenado, siendo que la desnudez de su lenguaje tras tomarle el pulso a la sociedad en que vive la ha encontrado saludable; es condenado a un infierno de cielo, como diría CMR, por “nuestro pequeño todo” a seguir buscando las célebres simplezas, a recordarlo todo, y a seguir siendo el hombre-casa con una habitación principal/misteriosa, pues el conjunto de sus obras para el poeta viene siendo su casa y en ella la Poética de la simpleza el aposento principal/misterioso, aunque Escritos de la sirena le quiera disputar el privilegio, parangonándose de esta forma con la habitación llena de rarezas en la de los Buendía en Macondo, la de la Metamorfosis en Kafka, la del Aleph en Borges, etc.
De esta habitación salen a veces cualquiera de sus misterios o rarezas para irse acomodar a otra habitación, llamémosle así, por ejemplo, a Color de luz donde Sacralidad del ceibo, dice:
El día que cada rama
escriba lo que le ha
comentado el viento
habremos logrado
restaurar
la memoria
de lo sagrado.
La pirotecnia verbal de Humberto no da tregua a la oscuridad, sus rayos amarillentos buscan siempre la luz y como diría Goethe en sus últimos momentos: “Luz, más luz”. Y su palabra, siempre encendida como antorcha, se torna entonces en puente para tratar de salvar la distancia que lo separa de la realidad exterior, esa realidad que aprehende, y de la otra realidad, la que no mira más que en su imaginación.
De ahí que de donde “gotea el silencio en el techo de mi sangre” procedan esas imágenes y se levanten en rebelión permanente en las entrañas del poema, donde todo se va tejiendo sutilmente hasta volverse revelación.
Su objetivo de pronto pareciera convertírsele en nostalgia y es esta nostalgia la que lo hace imaginar la vida del futuro no sólo de él sino de todos los seres humanos. Es un deseo nostálgico por el tiempo vivido y perdido y simultáneamente una aspiración humana en las futuras profundidades del tiempo. Es un deseo que como la semilla el poeta la entierra en el poema para verla brotar y elevarse hacia la luz, mientras yace muy agradecido en Verdor de Poética de la simpleza al estar:
acostado en la madurez
del lecho que los años
me han prestado.
Los deseos de búsqueda de una alegría paradisíaca no están lejos de la temeridad, pues como en las aventuras del Quijote, se puede encontrar de pronto con molinos de viento y ser derribado como lo fue el Caballero de la triste figura, y por eso quizá nombre constantemente el olvido a lo largo de sus obras, quizás como un salvavidas o un refugio que lo salve, y por eso tal vez diga en Razón de olvido:
Ahora el olvido
es una enfermedad
conveniente.
Y por ello sea de nuevo ya no el ciudadano del olvido, para recordar a Huidobro, sino Humberto Avilés Bermúdez, tal como Don Quijote volvió a ser Alonso Quijano.
Ante la imposibilidad de materializar sus deseos también a diferencia del castísimo don Quijote el destino lo conduce a su dama, a su Dulcinea, para, que ella ejerza la misma función que el olvido; y quizá Materialidad del deseo lo manifieste, pues nos referimos al amor apasionado por ella, en quien sus deseos imposibles, se apagan:
Tu cuerpo intenso
sin mí reclama furias!
Pasiones de silencio
necesario para recorrerte,
confirmo intuiciones
sensual madurez en
memoria sexual de caricias
que no son aún.
Beso que sueña labios
luces de sudor que acecha…
Deseo de vos
y nada más!
A nuestro poeta Humberto Avilés le siguen los pasos mientras sigue caminando al parecer siempre rumbo al castillo kafkiano, algunos de sus posibles referentes, entre ellos Tomás Moro y San Agustín; lo ven que de repente, al no poder llegar a su destino, se pone pensativo y de caminante se vuelve constructor de una casa, y desde ahí, a través de la vegetación de un jardín bien cultivado, de “un arco de trinitarias”, él los ve que lo miran, y para decirles que está haciendo su parte como poeta en relación a ese pensamiento que a ellos los vuelve locos, termina de construir la casa, toma una tabla, escribe en ésta el nombre de la casa, le pone “Utopía” y la cuelga de una espetera, para darles la bienvenida. Los distinguidos visitantes llegan, entran y de repente se metamorfosean en versos de Fábula que no lo es, en los seudónimos de sus amigos:
Alcaraván, gavilán, tiburón y víbora
reunidos al canto del primero
en su patio de utopías.
Ya reunidos en el patio, a Gavilán le da por recordar a Neruda mientras éste recibía el premio Nobel y recitar el final de su discurso: “sólo con una ardiente paciencia conquistaremos la espléndida ciudad que dará luz, justicia y dignidad a todos los hombres”.
(Aplausos)
Y con voz del Momotombo ronco y sonoro, el tiburón se levanta como un rayo de su asiento y le sigue la corriente:
Así la poesía del poeta Humberto Avilés Bermúdez, ¡no habrá cantado en vano!
Trabajos de Humberto Avilés Bermúdez
VÍCTOR CHAVARRÍA LUNA (Nicaragua). Nació en Terrabona, municipio del departamento de Matagalpa, pero ha vivido casi toda su vida en Granada, Nicaragua. Es Licenciado en Artes y Letras con una Maestría en Literatura Hispanoamericana y de Centroamérica en la Universidad Centroamericana (UCA). Es Licenciado en Economía por la Universidad Nacional Autónoma de Nicaragua (UNAN). Ha publicado poesía, cuentos, artículos de opinión sobre temas económicos y sobre Arte y Literatura nicaragüense en diferentes suplementos y revistas nacionales e internacionales. Su primer libro de poesía fue Manuscrito hallado en una botella (2012), seguido por un libro de cuentos El hombre invisible y otros cuentos (2013), un libro de breves ensayos Ventanilla (2016), tres noveletas con el nombre de El poetilla (2018) y una novela Tiempos de Mariluna (2020)
HUMBERTO AVILÉS BERMÚDEZ (Granada, Nicaragua, 1953). Poeta. Licenciado en Derecho por la Universidad de Salamanca. Doctor en Derecho Constitucional por la Universidad Complutense de Madrid. Docente de postgrado en varias universidades centroamericanas durante más de quince años. Premio de poesía Universidad de Navarra, con el poemario “Hipótesis del amor”, 1979. Obra poética: Perfil del olvido. Antología (1976-2012); Estigmas de silencio (1971-1976); Poética de la simpleza (2010-2013); Escritos de la sirena (2013-2016). Antología Mínima (1976-2016) es su primera publicación en Argentina.
Humberto Avilés Bermúdez
Gracias floriano y equipo de Agulha y ruïdo MaNIFESTO POR TAN ESTUPENDA PUBLICACIÓN, SIN LA GRAN TAREA EMPRENDIDA POR VÍCTOR CHAVARRÍA LUNA NO HABRÍA SIDO POSIBLE. oRGULLOSO DE VER EL ENSAYO DEDICADO A MI OBRA EN TAN PRESTIGIADO Y PRESTIGIOSO MEDIO VIRTUAL. INMENSO ABRAZO DE GRATITUD IMPERECEDERA.
Humberto avilés bermúdez